En Río Negro, el paisaje productivo está cambiando: las hectáreas destinadas a peras y manzanas han disminuido en un 30% en la última década. Sin embargo, la productividad ha aumentado significativamente, pasando de 25.000 a 45.000 kilos por hectárea en promedio. Además, cultivos como la alfalfa, el maíz y las hortalizas están ganando protagonismo, diversificando la economía del Alto Valle.
Este fenómeno se da en un contexto de concentración de tierras en menos manos, recambio generacional y desafíos como la competencia del desarrollo inmobiliario. A pesar de las dificultades, los avances tecnológicos y la optimización del esquema productivo están impulsando un modelo más eficiente y competitivo.
El ministro Carlos Banacloy destacó: “Estamos viendo una transformación en el uso de las tierras, con beneficios en rendimientos y diversificación. Esto nos lleva a un modelo más sostenible”.
Mientras tanto, productores y autoridades trabajan para equilibrar la producción agrícola con la expansión urbana y garantizar el futuro de esta actividad clave para la región.