Aproximadamente el 25% de las niñas sufren algún tipo de abusos o agresión sexual antes de llegar a la edad adulta, y en niños la estadística es aproximadamente del 16%. Son valores muy altos que la sociedad muchas veces no quiere ver o le cuesta digerir.
Pero lo que cuesta más trabajo aceptar es que la gran mayoría de estos abusos sexuales se producen en el seno de la familia de la víctima, lo cual hace que el trauma sea aún mucho más doloroso y difícil de superar.
En muchas ocasiones las personas que abusan del menor, son un padre, un abuelo, un tío, un primo, un amigo de la familia, personas desde luego cercanas al niño, que se ganan la confianza del menor a veces durante años, para luego utilizarle le manipularle tratándole como a un objeto.
El daño psicológico que sufre la víctima de un abuso sexual por parte de un familiar es tremendo, porque no solo tiene las consecuencias que sufren las víctimas de abusos por parte de desconocidos, sino que además su confianza se ve totalmente traicionada. No solamente está la incomprensión de lo sucedido, el aislamiento social, el sentirse estigmatizado o marcado, sino que además se crea la sensación de que no se puede confiar en nadie y de que nadie va a poder ofrecer su ayuda de manera auténtica.
Además, los abusos sexuales en el seno familiar no suelen producirse a través de un único suceso aislado que no vuelve a ocurrir, sino que llega a convertirse en un estilo de vida que pueden sufrir los niños y niñas durante años, con la incongruencia de que la persona que abusa puede ser la única que en el fondo haga caso a la víctima en su hogar, o es la misma persona que al mismo tiempo cuida de esta cuando está enferma, la alimenta, le da de comer y le dice continuamente cuánto la quiere.
Los abusadores no son monstruos, son personas «bien» vecinos de tu cuadra, empleados de algún negocio profesionales, en fin cualquiera. Por eso a las niñeces siempre siempre les creemos, nunca dudamos y siempre acompañamos.
No son monstruos, son humanos.
No están enfermos, están sanos.
Proteger la infancia es responsabilidad de todos