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Locales

SE CUMPLEN 107 AÑOS DEL INICIO DE LA GRAN INUNDACIÓN DEL COLORADO

Por Diego Zurueta

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A pocas horas de concluir la noche del 29 de Diciembre de 1914, se produjo la gran inundación del río Colorado, que ha pasado a la historia como la Crezca Grande.

La catástrofe fue causada por la rotura del dique natural Carri Laufquen, que funcionaba como contención del agua de deshielo almacenada en el río Barrancas, uno de los afluentes del Colorado.

Aquel invierno de 1914 había producido nevadas inusuales, haciendo que la carga que el dique soportaba fuera mucho mayor a otros años. La rotura, a pocas horas de finalizar la fatídica noche del 29 de Diciembre, provocó el desbordamiento de más de 2 millones de metros cúbicos de agua, sedimentos y rocas, en una estampida nunca antes vista, y que provocó la pérdida de más de 200 vidas humanas a lo largo de todo el valle del Colorado, además de innumerables pérdidas materiales.

A nuestra localidad, la inmensa oleada llegó el 3 de Enero, y pese a que la población había sido alertada, mucho costó que comprendieran la gravedad de la situación, hasta que los acontecimientos mostraron que la situación era de verdadero desastre. El agua llegó a superar los 3 mts, de altura, y para muchos, el único refugio posible fueron los techos de los galpones y estación del ferrocarril, aguardando que la situación comience a mejorar.

Los relatos de la época no dejan lugar a dudas sobre la magnitud del desastre. “A eso de las siete de la mañana de ese día nefasto, los vecinos sentimos algo así como un rumor de un lejano cañoneo o un volcán agitado, sordo, feroz, amenazante. El rumor se hizo más fuerte, indicando la aproximación de la fuerza que lo producía. La alarma comenzó entonces a cundir y el presentimiento de un desastre, nos hizo temblar pensando en la vida de los niños y de los enfermos.
De pronto el río saltó hacia arriba, empezando su desbordamiento terrible. Fue saliendo de madre por sus flancos e invadiendo campo y población como una rápida segadora. La tierra comenzó a desaparecer bajo la capa líquida y las calles a llenarse de agua. Ya no estábamos metidos en el agua hasta las rodillas sino que en las viviendas las gentes que habían ganado altura pensando que aquello pasaría tuvo que abandonarlas y lanzarse al agua decididamente, llevándose los niños que habían sido colocados sobre las mesas.
Cuando acordamos los muebles empezaban a flotar y las casas de madera, descuajadas por los impulsos de la correntada se tumbaron sin poder resistir sus violencias y furiosas sacudidas del viento…”
(testimonio recogido por el corresponsal del diario La Nación que presenció los acontecimientos) Sin duda alguna, la magnitud de la catástrofe que en nuestro pueblo también se cobró más de 25 vidas, ha quedado y quedará por siempre en la memoria local.

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