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Deportes

EL DÍA QUE RÍO COLORADO ESPERÓ A FANGIO

Publicada

en

por Diego Zurueta

Este miércoles culmina el tributo a Juan Manuel Fangio, con el traslado de sus restos hacia el Mausoleo ubicado en el Museo que lleva su nombre en la ciudad de Balcarce, conmemorando así que se cumplen 70 años de la obtención de su primer título mundial en F1. 

Vale la pena recordar, aquellos años previos al inicio de su leyenda, cuando transitó por las calles de Río Colorado al mando de un Chevrolet con el cual compitió en el Gran Premio del Sur, ganando la etapa que unía General Pico con General Roca, un 22 de Enero de 1942. 

De acuerdo al relato de don Ricardo Collar, antiguo vecino de Juan de Garay, pueblito que se ubicaba a unos 40 km de Río Colorado, ese día había una gran expectativa desde muy temprano. 

Frente a la Estación del Ferrocarril existía una Fonda y Almacén de Ramos Generales, propiedad de un alemán llamado Edwin Grunstein. 

Don Ricardo no recuerda cómo se había iniciado el rumor, lo cierto es que el propietario de la Fonda aseguraba a todos que ese día los coches tenían previsto parar allí, ya que enfrente mismo del lugar funcionaba un surtidor a bomba. Desde muy temprano, vecinos de los campos cercanos comenzaron a llegar, algunos a caballo otros a pie, para lo cual don Edwin había organizado un servicio especial, comenzando con el ritual del fuego para agasajar y esperar a los pilotos. 

“Te imaginás?, pensábamos que íbamos a comer un cordero con Fangio y Gálvez…”, recordaba riendo Ricardo. 

El diario La Región, que publicaba Santos Malvino, relataba por entonces: “En la curva apareció el primer coche que era el 16 de Fangio que pasó frente al control a las 10,40. En todo el trayecto se cerró una ovación enorme y al detenerse para cambiar cubiertas y reabastecer, fue rodeado por la multitud. 

Ocho minutos perdió Fangio en esa maniobra prosiguiendo luego su viaje. El coche Nº 8 de Gálvez llegó a las 11,15 completamente destrozado entrando al taller de Ford, de donde salió dos horas y media después”.

Allá en Juan de Garay, en el boliche de Grunstein, los muchachos se agolparon cuando vieron a lo lejos la polvareda del primer auto, que pasó como un bólido frente a los gritos de todos los presentes. Por un instante fugaz, pudieron ver en vivo a quien lentamente y con el paso de los años se convertiría en leyenda del automovilismo mundial. 

Algunos, un poco desilusionados, le reprocharon al alemán el hecho de que el coche no había frenado para cargar combustible. Otros, los más, empezaron a trozar el cordero que ya estaba a punto, levantando sus vasos y brindando por Fangio.

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