PERDON MI VIEJO

Un adiós al sueño de mi padre

Si bien puedo cuestionar algunas decisiones personales de mi padre, en lo comercial no tengo dudas de su pasión. 

Lo que comenzó como un negocio familiar impulsado por la tenacidad de mi viejo, Ernesto, se convirtió en una obra de amor. Si bien el negocio prosperó, el objetivo principal no era el lucro puro y duro. 

Mi padre, un hombre de piel oscura en una sociedad que aún lucha contra el racismo, estaba decidido a demostrar que podía tener éxito. Su lucha de color era porque “como un negro” podia tener un canal de television, contaba y le daba mas energia parar lograrlo aun sin haber terminado 5to. grado en Fortin Mercedes.

Su logro lo catapultó a la fama, convirtiéndolo en uno de los pioneros de la televisión por cable en Argentina, reconocido a la par de figuras de ciudades como Salta, Esquel, Lincoln y Villa María.

Como todo líder, disfrutaba del reconocimiento. Una pared de fotos con celebridades en su oficina era un recordatorio tangible de su éxito y un símbolo de su ambición. Los colegas lo admiraban. Sus historias sobre el tendido de cable más largo sin abonados del país eran fascinantes. En una industria donde el dinero era el principal motor, la pasión de mi padre era evidente.

Hoy es un día triste. Hoy, 1 de abril, a las 9:30 de la mañana, la señal de televisión pasó por última vez para la Colonia Julia y Echarren. La obra faraónica de mi padre, un tendido de más de 12.000 metros de cable sin la cantidad necesaria de abonados para ser viable, finalmente llegó a su fin.

Él nunca comprendió que su proyecto era una anomalía: una vasta red de cable sin la cantidad necesaria de abonados para ser viable. Incluso cuando le presenté un análisis detallado que demostraba el costo insostenible de mantener el servicio, se enfureció. Para él, la televisión era un derecho, no un lujo, y estaba dispuesto a sacrificarlo todo para llevarlo a la Colonia.

Solo aquellos que han vivido el sacrificio comprenderán lo que mi padre dedicó a este proyecto. Días y noches, sin importar el clima, él velaba por el buen funcionamiento del canal. Hoy, cerramos un capítulo grande entre tantas historias del «Canal».

No comprendía su obsesión con el trabajo. Para él, lo importante era el trabajo en sí, no el dinero. Su compromiso era absoluto: 24 horas al día, 7 días a la semana. Incluso en la madrugada, cuando un cliente llamaba para reportar un problema, él respondía sin dudarlo.

Hoy he comprendido muchas cosas y lamento otras tantas. Lamento no haberle dado la razón cuando me lo pedía. Lamento no haber entendido antes su sacrificio.

Fuiste grande porque hoy comprendo tu sueño y el sacrificio que implicaba. 

Fuiste grande porque desafiaste las normas y demostraste que el éxito no se define solo por el dinero. 

Fuiste grande porque llevaste la televisión a un lugar olvidado, incluso si no era rentable.

Mientras trabajabas sin descanso, yo no lo comprendía. 

En donde estés, tirando un cable 

perdón mi viejo.