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FÚTBOL DE ASCENSO. A 35 AÑOS DEL PRIMER NACIONAL B Y LA NECESIDAD DE FEDERALIZAR EL FÚTBOL ARGENTINO

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El sábado 19 de julio de 1986, la vieja segunda división se reestrenó con la idea de darle mejor competencia a los equipos del Interior. Aunque la sorpresa la terminó metiendo uno del eje Metropolitano: Deportivo Armenio. Con el tiempo, las fuerzas se equilibrarían.
Aunque en Argentina el fútbol es profesional desde 1931, su cartografía se empezó a ampliar recién a partir de 1967. Fue casi cuatro décadas más tarde, con la instauración del Campeonato Nacional. Se trató de un torneo de medio año que incluía a equipos del Interior (comenzaron siendo cuatro, llegaron a 18) más el eje AMBA-Rosario, que hasta entonces monopolizaba la Primera de AFA. Y, de hecho, siguió conservando cierta hegemonía: en la otra mitad del año protagonizaban exclusivamente el Campeonato Metropolitano.
Desde Altos Hornos Zapla de Palpalá, Jujuy, hasta el Deportivo Roca, de Río Negro. Desde Unión, del pueblo chaqueño General Pinedo, hasta el Club Uruguay, de Concepción. Desde Independiente de Trelew, hasta Andino de La Rioja. Desde Huracán de Comodoro Rivadavia hasta Sportivo Patria, de Formosa. Desde Atlético Santa Rosa, de la Pampa, a Mitre, de Posadas. Durante los casi veinte años en los que se jugó el Nacional, participaron un total de sesenta equipos del Interior.
Pero ninguno pudo salir campeón. El que más cerca estuvo fue Talleres, a siete minutos de quedarse con el Nacional ’77, hasta que Independiente lo empató con tres jugadores menos y venció por la denominada “ventaja deportiva”. Unión de Santa Fe y Racing de Córdoba fueron los otros dos equipos del Interior que llegaron a una final nacional en sus 19 ediciones.
El viejo Campeonato Nacional tuvo distintas formas de juego y distintas cantidades de equipos. Los tres primeros años fue a una rueda, todos contra todos, con doce clubes de la zona Metropolitana y apenas cuatro del Interior. Luego comenzó a disputarse con fase de grupos y clasificados a playoffs. Y, en una breve época, un sistema de fase inicial más la clasificación a otra fase final, también de todos contra todos. En el medio, se aplicaron los “partidos interzonales”: cruces puntuales entre equipos de distintos grupos por una condición determinada -cercanía geográfica, cierta rivalidad, o simplemente porque sí-, y que ahora se está refritando en la segunda división.
En 1974, el Interior llegó a tener 18 plazas, número récord (y, por única vez, la misma cantidad que la zona Metro). Pero todo era desordenado y efímero: el Campeonato Nacional ocupaba solo una parte del año, mientras que durante el resto de los meses cada equipo del Interior volvía a ligas de origen, regionales.
En ese contexto, el Nacional B estrenado en 1986 pretendió fungir de alternativa superadora para equipos del Interior: en vez de hacerlos jugar en Primera apenas unos meses al año, ahora le proponían integrar una segunda división, pero durante la temporada completa. Una competencia regular en la que, si la performance acompañaba, podía llevarlos a Primera.
Comienza el Nacional B
La instalación del Nacional B introdujo, además, un cambio sustancial en el fútbol argentino: a partir de ese entonces (y hasta 2014), las temporadas cambiaron el calendario gregoriano —que las ordenaba desde 1931— por el europeo, corriendo el límite entre competencias a mediados del año.
El 19 de julio de 1986 se jugó la primera de las 48 jornadas que tuvo aquel maratónico Nacional B inicial, entre las 42 del torneo regular (todos contra todos, a dos ruedas) más los seis del “Reducido”, un playoff por el segundo ascenso a la A desde Cuartos de Final, a ida y vuelta. Las crónicas sobre ese sábado inaugural de la “era Nacional B” (que, con cambios varios, rige hasta nuestros días) hablan de frío y lluvias, algo que probablemente haya influido en los resultados: de once partidos, tres terminaron sin goles, tres con uno solo y otros tres con apenas dos.
Hubo apenas un equipo con sede porteña entre los veintidós participantes del Nacional B 86/87: Huracán. Y, del Interior bonaerense, solo Douglas Haig, de Pergamino. Casi toda la representación del viejo Torneo Metropolitano estaba en el Conurbano: siete en total, desde Defensa y Justicia, de Florencio Varela, hasta Tigre. Y, a todos ellos, se les agregaba Colón, equipo santafesino que jugaba en la hasta entonces Primera B.
El Interior tuvo las otras trece plazas restantes. Una profunda representación geográfica con Cipoletti, Ferro de Gral. Pico, Deportivo Maipú, Villa Krause de San Juan, Central Córdoba de Santiago, Gimnasia de Jujuy, Chaco For Ever, Mandiyú de Corrientes o Guaraní Antonio Franco, de Posadas, por citar algunos. Y, entre ellos, el que más años acumularía con el tiempo en Primera: Belgrano de Córdoba.
En ese torneo extenuante de 48 fechas para encontrar un campeón y otorgar el primer ascenso a la A estaban también descendidos de la Primera como Chacarita. Y sabuesos de vieja segunda división como Los Andes o Lanús.
Pero el campeón, para sorpresa de todos, fue un equipo que venía de estar en la C pocos meses antes y ni siquiera tenía cancha: el Deportivo Armenio.
Un campeón inesperado
Campeón tres fechas antes, un invicto de 34 partidos y ascensos trepidantes: en menos de veinte meses, Armenio pasó de estar en la tercera división a subir a Primera gracias a reestructuraciones y temporadas cortas. El club llevaba entonces apenas 25 años de existencia (fue el tercero de una colectividad, después de Español e Italiano) y pululaba entre las canchas de Defensores, Ferro y Platense, los principales estadios en los que hizo de local.
El primer golpe de atención lo dio en diciembre de 1985, cuando le ganó a Almagro la final del reducido por un ascenso a la B. Y a los seis meses, el segundo: beneficiado por la temporada corta tras el cambio de calendario (del gregoriano al europeo), consiguió una de las siete promociones al nuevo Nacional B.
Pero la campaña definitiva de Armenio comienza el mismo día que el primer torneo del Nacional B: el sábado 19 de julio de 1986. Un empate a uno contra el descendido Chacarita, de local en Vicente López. Resultado que no presagiaba nada de lo que sucedería recién en el verano del ’87: Armenio había terminado el año anterior compartiendo la punta con Colón y Lanús, pero en la reanudación se cortó solo… hasta el final.
Con la explosiva aparición del matancero Sergio Silvano Maciel (para quien la historia guardaría otra postal: el gol del 11 de septiembre de 1988 en La Bombonera que puso fin a la carrera de Hugo Orlando Gatti), la consagración de Armenio en el Nacional B 86/87 se anticipó tres fechas antes del cierre. El campeonato finalizó con ese 1-0 a Banfield, su principal perseguidor. El partido se jugó el 14 de abril, un martes. Cinco días antes de las Pascuas más inolvidables de la historia argentina: aquellas de “la casa está en orden”.
Casi dos meses después, Banfield tuvo su desquite ganándole el Reducido por el segundo ascenso a Belgrano. Cuatro de los ocho clasificados a esos playoffs eran del Interior, pero sólo el equipo cordobés pudo superar el primer mata-mata de Cuartos de Final.
La idea del Nacional B fue involucrar en la alta competencia a equipos de procedencias remotas, lejanos a la sede central de la AFA en el microcentro porteño. Pero, en ese estreno, todo fue para un equipo del conurbano y otro fundado en Buenos Aires, sin cancha.
De Mandiyú a Güemes: así pasaron los años
En los 19 años que se jugó el viejo Campeonato Nacional, participaron un total de 60 equipos del Interior. El Nacional B acaba de cumplir 35 años de competencia, casi el doble que el torneo que vino a “superar”. Pero, en su historia, cobijó a 59 equipos del Interior. Uno menos que el viejo Nacional. Y hay seis provincias que aún no tuvieron participación deportiva en la actual segunda división: Formosa, Catamarca, La Rioja, Neuquén, Santa Cruz y Tierra del Fuego.
Claro que el Nacional B también le sirvió de plataforma hacia la máxima división a varios equipos del Interior que, independientemente de sus performances, quedaron en el recuerdo. Allí aparece Deportivo Mandiyú de Corrientes, acaso el ejemplo principal. Campeón en el ’88 con varios exmundialistas de la zona (el uruguayo Pedro Barrios, el paraguayo Adolfino Cañete), estuvo a un gol de clasificar a la Libertadores y se mantuvo siete temporadas en la A. El elenco del litoral profundo aupaba talentos de los países cercanos, especialmente de Paraguay (Corrientes -capital- está tres veces más cerca de Asunción que de Buenos Aires) como Alfredo Mendoza, Félix Torres o Guido Virgilio Alvarenga.
También tuvo sucesivos cambios de disputa, de cantidad de equipos y de regímenes de ascensos y descensos. La deformación de la Primera a ese adefesio que fue el torneo de 30 equipos (una bomba que seis años después la AFA aún no sabe cómo desactivar) generó aquella mini-temporada en la que el Nacional repartió diez ascensos entre veinte equipos. A partir de entonces, la segunda división padeció la cirugía forzosa de todas las categorías de ascenso en función de la innovación en la A (especialmente las del Interior, con el cierre del Federal C).
Poscuarentena, la temporada actual del Nacional recuperó el viejo calendario gregoriano. Tiene 35 equipos en total, divididos en dos grupos. Cada una se juega a dos ruedas y solo sobreviven ocho: los primeros de cada zona jugarán por un ascenso, mientras que el perdedor de esa final participará de un reducido por el segundo junto a los dos escoltas, los dos terceros y los dos cuartos.
El fatigoso camino hacia la A demandará un mínimo de 37 partidos y un máximo de 43. Los dos equipos más campeones no están en la categoría: Banfield, en Primera, y Olimpo de Bahía Bahía, en el Federal A, ganaron tres cada uno. Pero sí compiten diez de los trece que más puntos cosecharon en la tabla histórica. Entre ellos, el que más tiene: Instituto de Córdoba.
Como sucedió en aquella temporada fundada el 19 de septiembre de 1986, la 2021 también ofrece sorpresas. Y vienen del Interior: Gimnasia de Mendoza está en la pelea supera de la zona A, mientras que la B es liderada por Güemes. El equipo santiagueño lleva sus primeros meses en el Nacional: ascendió por primera vez en enero. Y sueña con repetir aquella épica fundacional de Armenio, de saltar de la tercera división a la Primera en un año. Intenta hacérselo desde su propio estadio, el Arturo Miranda (más conocido como La Isla), aunque algunas roscas lo obligan a jugar eventualmente en la Madre de Ciudades, estadio que el gobierno santiagueño hizo para anfitrionar la Copa América que se mudó a Brasil. (Fuente: J. I. Provéndola).

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