Locales
El triunfo de Villa Mitre y el abrazo eterno con Machuca
Por Néstor Martínez
Ayer, el Club Villa Mitre escribió una página gloriosa de su historia al consagrarse campeón del Clausura 2024 de la liga local. No es solo un título más. Es una celebración que trasciende lo deportivo, que alcanza el corazón de quienes han luchado, trabajado y soñado con ver al club de pie nuevamente. Es, también, una victoria que nos conecta con quienes ya no están, pero que siguen presentes en cada rincón de nuestro ser.
El estadio lleva el nombre de Domingo Alberto “Machuca” Guerrero. Machuca no solo fue un gran jugador de la primera de Villa Mitre, sino también uno de mis mejores amigos, de esos que dejan una huella que ni el tiempo puede borrar. En 1991, su partida repentina nos llenó de dolor, un dolor que con los años se transformó en un recuerdo lleno de cariño y gratitud. Cuando el club decidió ponerle su nombre al estadio, muchos de nosotros sentimos que era un homenaje justo y necesario. Cada vez que entro a esa cancha, siento que su presencia todavía late en el ambiente.
Ayer, mientras veía a Villa Mitre levantar la copa después de 26 años, fue inevitable pensar en él. Aunque soy hincha de Independiente –y lo aliento con el corazón en cada partido, más aún porque mi hijo juega en sus inferiores–, en el fondo no pude evitar sentir una inmensa alegría por los colores azul y amarillo de «La Villa». Porque esos son los colores que mi amigo Machuca defendió con tanta pasión.
Cuando el árbitro pitó el final y Villa Mitre se consagró campeón, levanté mis brazos al cielo desde la soledad de mi casa. Con los puños apretados, le mandé un abrazo al cielo. Lo imaginé festejando, con esa sonrisa que lo caracterizaba, disfrutando desde algún rincón del cosmos este triunfo de su amado club.
El camino de Villa Mitre no ha sido fácil. Fueron años difíciles, marcados por problemas que exigieron mucho trabajo, sacrificio y la dedicación de un grupo humano que se negó a bajar los brazos. Su regreso al fútbol fue una victoria en sí misma, al igual que las mejoras realizadas en la cancha, la infraestructura del predio y otras obras que devolvieron el orgullo a la institución. Pero lo de ayer fue mucho más: fue la coronación del esfuerzo, la resiliencia y el amor por una camiseta que simboliza generaciones enteras que aman al club con pasión y compromiso.
La alegría de este campeonato no solo pertenece a los jugadores, a los dirigentes y a los hinchas. Pertenece también a todos aquellos que alguna vez vistieron la camiseta, a quienes trabajaron por el club y a quienes dejaron su corazón en la cancha. Estoy seguro de que, en algún lugar del universo, Machuca sonrió con el mismo orgullo que sentimos todos los que lo recordamos con cariño.
Villa Mitre volvió. Volvió con fuerza, con amor propio, con la garra de quienes se niegan a dejar que los sueños mueran. Este campeonato no es solo un trofeo; es un símbolo de que, con esfuerzo y pasión, todo es posible. Y para mí, es también un abrazo eterno con mi amigo, un tributo a su memoria y a todo lo que representó.
Felicitaciones, Villa Mitre. Este triunfo quedará grabado para siempre en el corazón azul y amarillo de Río Colorado. Y en algún lugar del cielo, estoy seguro de que Machuca también lo celebra.
Fotografía de fondo gentileza de Jorge Tanos