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Cultura y espectáculos

¿POR QUÉ OKUPAS, LA SERIE QUE RETRATÓ UNA ÉPOCA Y SE VOLVIÓ ETERNA, LLEGÓ EN 2 DÍAS A SER LO MÁS VISTO EN ARGENTINA EN LA PLATAFORMA DE NETFLIX?

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En la síntesis entre marginalidad y mainstream, entre el realismo documental y los mecanismos narrativos más clásicos; combinando formas y modos de producción del cine independiente con un destino televisivo; pendulando entre el retrato de la juventud de clase media al filo del abismo y aquella que ya había descendido en la escala social; deambulando entre el centro de la ciudad en sus horarios y sectores no productivos y el conurbano como búnker de la informalidad; mezclando la espontaneidad de actores y actrices no profesionales con el oficio de los que iniciaban su carrera; retratando con elegancia el emprendedurismo por fuera de la ley; nutriéndose de improvisaciones desopilantes y cuerpos coreografiados por la acción policial; buceando en el terror de lo social sin dejar de lado el humor y la ternura; en los márgenes, en las orillas, en los trenes, en las azoteas y, sobre todo, en las calles, Okupas surcó, a través de periplos y vagabundeos y la dirección de Bruno Stagnaro –que venía de hacer la película Pizza, birra y faso–, los caminos que unían a los jóvenes de una Argentina empobrecida y sin rumbo que debían despedirse de su adolescencia en medio del páramo y las falsas promesas que el principio de siglo les ofrecía.

Allí, en lo oscuro de un mundo que se dividía en dos –adentro y afuera del sistema– se erigió Okupas. Anticipando el ocaso del proyecto neoliberal, Ricardo Riganti (Rodrigo de la Serna) descendía al inframundo y, como Orfeo, embelesado por el rock, se nutría de una nueva familia para crear su propio destino, ese que le había sido arrebatado por el derrumbe de un país que no podía brindarle el futuro prometido. Casi 21 años después, Okupas volvió a la pantalla. Con imagen restaurada y nueva banda de sonido ingresará a los hogares, en sintonía con los tiempos, a través de Netflix. Lejos de envejecer.

Bruno Stagnaro, del cine independiente al mainstream.

Bruno Stagnaro (coguionista y director): Tenía más o menos pensado el hilo argumental. Lo bajé a papel cuando desde Ideas del Sur me contactaron. Pizza, birra, faso la postproducimos en Cinematográfica, una productora que estaba arrancando en una casona medio venida abajo en Palermo y, para la inauguración, quienes eran sus dueños hicieron una fiesta: ahí se me configuró la semilla, la idea de hacer eje sobre una casona semiderruida. Era muy linda la atmósfera que se respiraba en ese tiempo. Estaban permanentemente refaccionándola y tratando de hacerle mejoras sin guita, pero poniéndole onda. Me acuerdo de estar entre todos queriendo bajar una mesa por una ventana al patio o que para insonorizar el estudio de sonido habían conseguido una puerta de barco así que tuvimos que empotrar la mole metálica en el marco que había. Mucha mística. Siento que esa dinámica de lo comunitario influyó bastante en la gestación inicial de Okupas. 

Ideas del Sur en ese momento se estaba recién iniciando en ficción. Eso hizo que nos dieran una libertad total. No hubo mucha negociación en las decisiones artísticas. Yo tuve una primera reunión con Claudio Villarruel. Creo que me reuní, no me acuerdo. Seguro le mandé por fax la idea y hablé por teléfono. Eso quedó ahí. Pasó un tiempo. En aquel momento me pareció larguísimo, habrán sido tres o cuatro meses, y después me llamó [Marcelo] Tinelli y lo primero que me dijo fue que quería respetar la atmósfera y la dinámica de laburo de Pizza, birra, faso en un producto televisivo. Económicamente fue malísimo el arreglo. De hecho ni siquiera me pagaron un mango por las repeticiones, excepto en la segunda, que hubo un plus. Creo que se aprovecharon un poco de mi inexperiencia. Pero la realidad es que en aquel momento venía de hacer Pizza… y como nos había ido bien, la cuestión económica estaba muy en segundo plano. Siento que eso me daba, no sé si decir, autoridad moral respecto del resto del equipo, que también cobraba dos pesos con cincuenta. Me hubiera sentido un poco incómodo cobrando una guita más grande y el resto del equipo embebido en una dinámica así.

La autonomía para mí fue determinante y fundamental. Ahora, y con esto quiero ser justo también con el proceso, cuando nosotros arrancamos a laburar yo sentí que estaba bueno imprimirle una cosa un poco más deliberadamente humorística. Entonces los primeros bocetos de libro tenían esta cosa llevada hacia la comedia manifiesta y en ese sentido fue importante la lectura de Tinelli porque me dijo “mirá, está bueno, pero la verdad es que me lo imaginaba más ligado al tono de Pizza”. Fue un comentario muy puntual, pero importante. A mí me sumó esa devolución y creo que contribuyó al tono final. En aquel momento me acuerdo de que él lo llamaba ficción experimental, lo cual a mí me pareció un término extrañísimo, pero desde su concepción calculo que lo sería.

Esther Feldman (coguionista): Yo trabajaba en Ideas del Sur haciendo la dirección de contenidos de Ser urbano. Estábamos metidos en una de las tantas crisis del país, entonces casi no había ficción y cuando aparece el proyecto de Bruno entré como la pata de la productora, con más experiencia en ficción televisiva. Bruno tenía la idea, pero el desarrollo lo hicimos juntos. Se fue construyendo la historia entre nosotros junto a Alberto Muñoz, y mucho en el rodaje también. Fuimos como una especie de circo itinerante, un poco caótico, pero también muy idealista, construyendo la historia en los bares. Escribiendo en el momento la escena que se iba a grabar dentro de tres minutos. Fue como una especie de construcción in situ con una forma atípica: un proyecto muy independiente que, extrañamente, estaba dentro de un marco mainstream como el de Ideas del Sur.

El proceso de remasterización es una historia en sí misma. Durante mucho tiempo tuve terror de que a alguien se le ocurriera meter mano, cambiar toda la música, poner de archivo y tratar de pasarlo de vuelta. Que estuviera trabado siento que contribuyó a la mística del programa: el tiempo que pasó invisibilizado y circulando de la manera que circuló, lejos de molestarme diría que me gustó.

Me asocié a la remasterización y participé técnicamente del proceso, sobre todo en lo que tiene que ver con el trabajo de la música para intentar hacerlo de una manera delicada y consciente, mantener el espíritu original. Fue una decisión fundamental llamarlo a Santiago por el resultado, por la onda que se generó con él y por el hecho de que, aunque yo no tenía idea, él era fanático del programa. A mí me parece que fue una condición necesaria para que esto se resuelva porque hacía falta que sea alguien que sintiera el mismo amor que sentíamos nosotros y esa dedicación absolutamente desproporcionada.

Ana Celentano (“Clara”): Llegué por un casting. Bruno nos pedía que actuáramos en un plano casi documental, de búsqueda a través de una improvisación conducida, de una naturalidad no artificiosa. Lo lograba al no exigir que nos apegáramos al texto, ni dando indicaciones rígidas sino buscando que fluyera la escena. Bruno tenía una gran capacidad colaborativa y al mismo tiempo una dirección muy clara en términos estéticos y dramáticos para que la escena funcione. Había escenas que aparentaban cierta cosa intrascendente porque eran de transición, por ejemplo, y sin embargo Bruno siempre encontraba, o desde la actuación o desde la puesta de cámara, algo para que tuviera otro tipo de trascendencia. A mí me alucinaba eso. Al mismo tiempo que grababa Okupas fui a hacer un bolo a Telefe y los técnicos me felicitaban: “Qué buena que está la serie”. Eso fue rarísimo porque los técnicos no suelen ser tan comunicativos con los actores y menos con alguien que va por pocos días a grabar un bolo. Pensé: “Estamos haciendo algo interesante”.

Alejandro Brodersohn (editor): Para la versión de Netflix se mezclaron temas originales de Santiago Motorizado con algunos temas de los que se consiguió pagar los derechos. Hay novedades que si bien no estaban en el original tienen que ver con la estética: Viejas Locas, Los Ratones, Vox Dei…

Santiago Motorizado (musicalización): Lo primero que me propuso Bruno fue utilizar canciones de Él Mató [a un Policía Motorizado] para reemplazar algunos temas que no podía incluir por problemas de derechos. Tengo la ventaja de ser superfan de Okupas y de saber por dónde va la serie. Terminé grabando 30 canciones originales completas y otros 20 pedazos instrumentales o cosas más sonoras. Estoy contento. y lo más divertido es que tuve que recorrer un montón de géneros, porque. si bien en la serie predomina el rock, también hay cumbias, folclore, chamamé…

La trascendencia que tuvo en el tiempo no es algo que se pueda planear de forma anticipada porque a los guiones se tiene que sumar dos actores (Rodrigo de la Serna y Diego Alonso) en estado de gracia y la inclusión de la música (el segundo capítulo se llama «Bienvenidos al tren» y el tercero «El ojo blindado»; y el protagonista –Ricardo- había tenido una banda llamada Los Mantenidos) como vínculo erótico con las escenas que recupera la importancia del «music selector», a la manera de Scorsese, Tarantino y Wes Anderson, entre otros. Es decir, una canción (desde The Rolling Stones hasta Almendra y Sui Generis) que no extorsione al espectador ni realce donde el guion falla o tropieza, sino que dialogue con lo que sucede en pantalla para conquistar, al fin, una experiencia estética total, abarcativa, polisémica.

Desde este lugar, parece casi natural que una serie emblemática como Okupa complete su ontología para el siglo XXI y la sensibilidad del espectador promedio de Netflix con la ayuda de Santiago Motorizado y El Mató: es la unión de dos símbolos de lo que que representa ser joven en momentos históricos ardientes y utilizar el arte como guerrilla para imponer una nueva manera de acceder al placer. Ser joven a fines del siglo XX (Okupas se encarga de este retrato) y ser joven después de la tragedia de Cromañón (El Mató encarando una nueva sensibilidad rockera) implicó un devenir que llega hasta este presente donde Okupas aterriza en Netflix.

En 2015, en una entrevista para la revista Bacanal, dijo Rodrigo de la Serna sobre Okupas: “Tiene la virtud de los clásicos. Está mal que yo lo diga porque participé ahí. Igual no es autobombo, todo elogio es para Bruno Stagnaro, el director. Yo le veo todavía 60 o 70 años de vida y vibración a Okupas. Tiene que cambiar algo demasiado drástico en la sociedad a nivel mundial para que esto no siga resonando. Está tan bien hecho, los actores sociales que la literatura de Stagnaro pone ahí. Y la manera de mirar, de dónde pone la cámara este tipo. Mi personaje es el peor. Es el perejil, el salame, el antihéroe, un pibe de clase media que quiere experimentar cosas y así le va. Es una serie preciosa. Nunca más”.

Okupas la serie que habla de la marginalidad del fin de siglo pasado, de los jóvenes desolados y de una música que lejos está de ser la banda sonora de las nuevas generaciones, en 2 días se convirtió en la serie más vista en Netflix en Argentina. (Fuentes: Indie hoy, La Nación).

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