Cultura y espectáculos
“LA NARANJA MECÁNICA”, EL FILME BRUTAL QUE CUMPLE MEDIO SIGLO DE POLÉMICAS
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3 años atrásen
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TD NewsLa película ultraviolenta del genial Stanley Kubrick se estrenó en 1971, aunque acá fue censurada y recién se la pudo ver en 1985.
Los británicos años 60 del Swinging London tuvieron su lado oscuro. Por debajo del optimismo y la explosión cultural fomentados por la recuperación económica de la posguerra, se iba gestando un malestar psicosocial fuertemente afianzado en algunos sectores de la población que no lograban encontrar su lugar en ese escenario colorido y psicodélico, de una efervescencia musical y artística tan seductora como estimulante.
Las distintas subculturas juveniles que habían florecido durante los años 50 (de los Teddy Boys a los Mods, de los Rockers a los Hippies) pujaban por ocupar los distintos espacios de reconocimiento con sus respectivas tendencias y códigos de representación, y los enfrentamientos entre ellas no demoraron mucho en agotar el terreno meramente simbólico para pasar a la acción física.
Anthony Burgess era un profesor de literatura de 45 años que se había desempeñado en el Cuerpo Médico del Ejército Real Británico y ya tenía una media docena de libros publicados cuando capturó el espíritu convulso de esa época en una de las novelas fundamentales del siglo XX. La naranja mecánica se publicó en 1962 y ensanchó de manera brutal el rico panorama distópico de la novela inglesa.
Burgess abreva en la tradición de George Orwell y Aldous Huxley, pero Alex DeLarge, el personaje principal de La naranja mecánica, no podría protagonizar ni 1984 ni Un mundo feliz. El futuro próximo imaginado por Burgess es un mundo violento, de alienación y psicosis colectivas, en el que el joven Alex y sus amigos pasan sus días (pero fundamentalmente sus noches) cometiendo todo tipo de actos vandálicos y delictivos como forma extrema de diversión.
Las agresiones físicas y sexuales contra terceros, la adicción a las drogas y los actos más salvajes de vandalismo se combinan con la música de Mozart, Bach y Beethoven en un cóctel deforme de perversión y hedonismo malsano. En ese futuro próximo pero atrozmente familiar (Burgess proyecta al lector de su época amplificando algunos aspectos de la sociedad en la que escribe), la descomposición del tejido social está pautada por códigos generacionales.
Las agresiones físicas y sexuales, la adicción a las drogas y el vandalismo más salvaje se combinan en el filme con la música clásica
Alex –que al iniciarse la novela tiene apenas 15 años– y sus amigos agreden principalmente a personas mayores, y hablan una jerga privada (un argot adolescente que Burgess ensambló combinando vocablos rusos y romaníes con el slang británico) que les permite diferenciarse de una sociedad a la que sólo ven como un brutal coto de caza y esparcimiento ultraviolento.
En su proyección hacia un tiempo abstracto e indeterminado, todavía por venir pero respirable en su época, La naranja mecánica anticipó el surgimiento de grupos más violentos como los skinheads, y la triste transición hacia el “hooliganismo” que, en los 70, haría estragos en los estadios de fútbol ingleses.
La naranja de Kubrick
Stanley Kubrick leyó la novela de Burgess en el verano de 1969 y quedó fascinado por su potencial cinematográfico. Venía de revolucionar el cine de ciencia ficción con 2001: una odisea del espacio, pero su estado de ánimo se encontraba averiado luego de que Warner Brothers (la compañía que lo tenía contratado de manera exclusiva) diera de baja su faraónico proyecto para llevar a la gran pantalla la vida de Napoleón.
La posibilidad de adaptar La naranja mecánica volvió a entusiasmarlo. En enero de 1970 se puso en contacto con el actor inglés Malcolm McDowell y le envió la novela para convencerlo de que se sumara al proyecto. Cuando McDowell aceptó interpretar el papel de Alex (una especie de precursor de The Joker), ambos se pusieron a trabajar codo a codo en el diseño de vestuario y el maquillaje.
A 50 años de su estreno, «La naranja mecánica» sigue provocando polémicas, y amores y odios simétricos.
Sería el principio de una relación de amor-odio que se extendería durante casi seis meses de rodaje, y durante los cuales la fuerte personalidad de Kubrick (marcada por la megalomanía, el hiperprofesionalismo y un recelo autoral casi patológico) entraría más de una vez en conflicto con el desenfreno actoral de McDowell, dando lugar a momentos muy tensos que sólo cederían durante las partidas de ping-pong que solían jugar durante las pausas en el rodaje.
El detallismo y el perfeccionismo exasperantes que habían transformado a Kubrick en la pesadilla de actores y técnicos fueron notorios en los sets de La naranja mecánica.
En primer lugar, el director se dedicó a un estudio minucioso y enciclopédico sobre terapias de aversión, psicología conductiva y reflejos condicionados. Buena parte de la trama de la novela y la película giraba en torno al Tratamiento Ludovico con el que las autoridades tratan de “rehabilitar” a Alex cuando éste cae en manos de la justicia luego de perpetrar un salvaje asalto a la casa de una mujer adinerada.
La novela y la película fueron acusadas de generar violencia extrema en jóvenes que imitaban sus escenas
Para lograr la ambientación de ese futuro próximo en el que se desarrolla la trama, Kubrick mandó a comprar miles de ejemplares de revistas de arquitectura moderna, lo que le permitió rastrear y ubicar decenas de locaciones reales. Al momento de filmar, sólo el famoso bar lácteo Korova y un par de interiores debieron ser construídos en los sets.
El costado más espinoso de la adaptación cinematográfica tenía que ver con la representación de la violencia. Kubrick decidió estilizar las escenas estructurándolas sobre bases musicales: Rossini, Mozart, Bach y, por supuesto, Beethoven transforman las agresiones y mutilaciones en movimientos orquestados.
“Quería que la violencia se convirtiera en una danza”, declararía Kubrick, convencido de que la interacción entre música, movimiento y montaje produciría fuertes emociones.
El efecto de shock acontece desde los mismos títulos iniciales: sobre un fondo rojo sangre suena la truculenta Música para el funeral de la Reina María, de Purcell. La ambición de Kubrick era volver su película un espectáculo audiovisual geométrico y apabullante, algo que entendía como “una sátira social, un cuento de hadas sobre la justicia y el castigo, y un mito psicológico”.
Durante esos seis meses, trabajó un promedio de diez horas por día y hasta catorce cuando se fue aproximando la fecha pautada para la conclusión del rodaje.
Censura argentina
La naranja mecánica se estrenó el 20 de diciembre de 1971 en Nueva York. En la Argentina, bajo la dictadura de Alejandro Agustín Lanusse, fue censurada por el Ente de Calificación Cinematográfica, creado a partir de la ley 18.019, firmada en 1969 por el presidente de facto Juan Carlos Onganía. El estreno nacional fue, finalmente, en julio de 1985, durante el gobierno de Raúl Alfonsín: casi catorce años después.
Pero en aquel 1971, en los Estados Unidos, las críticas fueron divididas. Vincent Canby, del New York Times, elogió la perfección técnica del film, y el crítico de arte Robert Hughes escribió en la revista Time que la película ofrecía una “escalofriante predicción sobre las funciones futuras de los instrumentos culturales”, que quedarían, según él, inexorablemente ligados a la alienación psicológica de las masas y la desconexión con la vida.
A nadie escapaba la reflexión de Kubrick en torno a las siniestras relaciones entre barbarie y alta cultura (que según el escritor Martin Amis remiten directamente a los años atroces del Tercer Reich en Alemania), pero hubo otros que no trataron nada bien su película.
La influyente Pauline Kael escribió en The New Yorker que “Kubrick había adoptado la perspectiva deformada y presuntuosa de un rufián vicioso que se limita a decir que todo está podrido”.
El propio Burgess tuvo una relación ambivalente con la película. A poco del estreno, alabó la labor de Kubrick, pero con el correr de los años fue desencantándose y acusando al director de haberlo dejado solo cuando la película –y, por lo tanto, la novela– fueron acusadas de ser la causa de la ola de violencia juvenil que comenzó a azotar a Inglaterra luego del estreno.
Amenazado, el propio Kubrick pidió que la película fuera retirada de exhibición. «La naranja mecánica» fue un exitazo de taquilla.
Hordas de adolescentes se “inspiraban” supuestamente en la película para imitar sus violencia extrema. Kubrick se sintió tan afectado que exigió a Warner Brothers que la bajara de cartel en Inglaterra, algo que sucedió cuando llevaba ya 61 semanas de exhibición en el Reino Unido.
Con Kubrick recluido y amenazado de muerte por las derivaciones del estreno, su pedido a los ejecutivos de Warner para que el filme fuera retirado de exhibición no hizo más que reconfirmar su poderío en la industria. Con tal de no enemistarse con él, la junta directiva del estudio accedió a su demanda. Aun así, al día de hoy, La naranja mecánica fue el filme más taquillero de la Warner luego de Mi bella dama (1964).
Una última controversia aguardaba a Kubrick al final del camino. Lo que más había molestado a Burgess era que el realizador hubiera decidido adaptar la versión norteamericana de su novela, en la que los editores habían suprimido el capítulo final donde Alex era redimido y reencauzado socialmente.
La versión nihlista de Kubrick, que confirmaba a Alex en su malévola naturaleza, suponía una falta imperdonable para el más existencialista Burgess. A cincuenta años de su estreno, La naranja mecánica sigue despertando polémicas, odios y amores simétricos e insalvables.