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LA NUEVA VIDA DE GABRIEL LANDESA VIVIENDO UN GRAN AMOR

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A los 58 años, Gabriel Landesa se enamoró y se animó a cambiar de vida. Sacerdote durante tres décadas, se radicó en la Comarca Andina para continuar su nuevo camino. “Lo vivo como un regalo del Dios de la vida a Mariela, un gran amor que llegó por segunda vez», dice.

El primero es el que le hizo dejar los estudios para abrazar la religión en su juventud. Ahora se lo puede ver en su bicicleta recorriendo las calles de Lago Puelo donde hace changas mientras espera la llegada de Mariela Cisnero (54) y la pareja se radique en El Bolsón, donde construyen su casa.

Nació en Necochea, donde vivió hasta su adolescencia. Allí se destacó en el equipo de fútbol del club Rivadavia y en gimnasia deportiva, hasta que luego de recibir el diploma en el secundario con 17 años se fue a estudiar Economía a Mar del Plata y volvía los fines de semana a jugar a la pelota.

Fue entonces que decidió dejar la carrera para ser cura. “Hasta poco antes de terminar el secundario yo no era creyente, era un ateo. Allí hice un retiro espiritual, tomé la comunión y nació algo dentro de mí y comencé una vida llena de fe. Ya en la facultad, dejé todo lo que hacía, un proyecto de vida de familia y de economista para, en una decisión libre, sin ninguna presión, por amor, comenzar a un camino de consagración al servicio del Evangelio”.
Sus primeros pasos como cura fueron en los pueblos bonaerenses de Arrecifes, Arenales y Arribeños. Entre el 1997 y el 2001 pasó por Río Colorado y continuó camino a Machagai en Chaco. Durante más de 10 años fue formador de seminaristas y presidente de su Congregación, viviendo en San Miguel y Moreno y luego retomó la misión como párroco en Venado Tuerto, Santa Fe. Es allí donde conoce a Mariela, pero durante casi un año este amor hacia ella fue en secreto.
“El tema daba vueltas en la cabeza y en el corazón, me pasaba horas rezando, buscando luz y hablando con mis superiores para que me ayudaran, también lo traté con mi psicóloga”, cuenta. “Lo que sentía jamás me imagine que me podía ocurrir y siempre creí que ese sentimiento en algún momento se me iba a pasar”, agrega. Pero no fue así: cada día que pasaba lo que sentía por esa mujer que estaba sola con dos hijos mayores de edad se afianzaban cada vez más.
Pero ese amor seguía siendo secreto. Mariela, que era una más del grupo que trabajaba en el Centro de Día para personas con las adicciones y que había inaugurado el propio Gabriel, jamás había sospechado nada. “Fueron pasando los meses. Y no solo que no se me pasaba sino que todo se iba intensificando, la atracción, ya me imaginaba una vida con ella. Mientras tanto como era un tema solo mío, seguía haciendo la vida normal como el cura, dando las misas y siguiendo con la misión que me apasionaba”, relata.

Después de muchas horas de rezar, charlas y opiniones de gente de mucha confianza, decidió hablar con Mariela. Creía que una vez que le dijera la verdad eso le ayudaría a dar paz a su alma para volver a la normalidad. En una caminata Gabriel con voz tranquila y pausada le narró los sentimientos que lo desvelaban desde hacía casi un año.
La noticia fue como un baldazo de agua fría para ella, que jamás se lo había imaginado, Luego de escuchar, Mariela, algo shockeada, le agradeció la sinceridad, pero le dijo que los sentimientos no eran los mismos y se retiró del lugar.
“Luego de mi confesión esperaba como respuesta un ‘flaco te equivocaste”, y que entonces todo se me iba a pasar. Decirle la verdad me ayudaría a descomprimirme”, dice.
Pasó más de un mes, hasta que una tarde fue Mariela quien lo llamó para contarle que luego de aquella charla comenzaron aflorarle sentimientos ya no eran hacia el cura, sino hacia el hombre: “Me estoy permitiendo verte de otra parte, el ser humano que sos”, le dijo.

Pasaron unos meses, cada uno por separado hizo un proceso de reflexión. “Ella es una persona maravillosa, me dio el espacio que necesitaba para ver qué determinación iba a tomar y después de un tiempito les comunique a mis superiores que iba a dejar de ser cura párroco para emprender otro camino, esta vez junto a Mariela”, cuenta.
Y en 2020 en plena pandemia abandonó los hábitos y se radicó en Lago Puelo para comenzar otra etapa de la vida mientras que Mariela sigue aún en Venado Tuerto, donde es docente hace 30 años en una escuela especial como fonoaudióloga, a la espera de iniciar los trámites para la jubilación y luego viajar a El Bolsón.
Con la decisión tomada y sin mirar para atrás, Gabriel cargó todas su pertenencias, su ropa en un bolso, una netbook, la guitarra y una bicicleta y subió a un micro que lo llevó hasta Lago Puelo, donde tiene familiares. Sin dinero y sin trabajo, tenía que comenzar de cero.
Las changas eran su única opción y empezó a pintar casas, a limpiar patios, se compró una máquina para cortar césped, toma los estados de los medidores de la empresa prestadora del servicio de gas, desmaleza predios, limpia alambrados perimetrales y da charlas virtuales psicológicas y espirituales, a modo de acompañamiento terapéutico.

Esto me hizo aprender a poner valor en dinero a las cosas, los acompañamientos que antes hacía como cura, ahora son también un medio de vida y así me voy juntando unos pesitos”, dice.
Mientras tanto, con intercambios de viajes, levantan su casa en El Bolsón. Las comunicaciones son diarias. “Este amor que hoy es a distancia nos llevó a que la relación creciera y se fortaleciera aún más, ambos elegimos con libertad y el camino será con mucho amor. Estamos seguro que en poco tiempo vamos a estar juntos para estar unidos hasta el fin de los días”, dijo Gabriel.

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