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Economía

EL VERDADERO DESARROLLO SE LOGRA CON EMPRESAS DE TRIPLE IMPACTO

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El desarrollo sostenible en la Argentina requiere más que nunca de la participación activa de un sector privado consolidado -que abarque a emprendedores, pymes y grandes compañías comprometidas.

Distribución de vacunas. Curva de casos. Inicio de clases presenciales. En las primeras semanas del año, como durante casi todo el 2020, el avance del coronavirus ha dominado las conversaciones en la Argentina. Pero la denominada nueva normalidad nos obliga a acercar posiciones para encontrar respuestas que permitan sobrellevar una crisis económica, sanitaria y social sin registro previo. En un contexto de emergencia, la transición hacia un modelo de desarrollo inclusivo y sostenible es urgente y absolutamente prioritaria.

Un camino para hacer crecer la sustentabilidad en nuestro país radica en que las empresas de triple impacto —aquellas que buscan generar no solo beneficios económicos, sino también crear valor social y ambiental para la comunidad— ocupan un lugar más trascendente en la escena pública. Su preponderancia contribuirá a resolver los problemas actuales —en primer lugar, las desigualdades que la pandemia puso en evidencia— y a planificar un futuro económico y social sano y cuidadoso de nuestro entorno.

Esto requiere superar barreras, muchas de ellas estructurales, comenzando por el falso dilema entre recuperación económica y gestión social-ambiental. Si bien es cierto que existe una creencia que sostiene que adquirir bienes o servicios que cumplan con criterios de sostenibilidad implica necesariamente pagar mayores costos, la realidad muestra otra cosa.

Transformar una organización a partir de la sostenibilidad, aunque pueda implicar cambios, definitivamente crea valor y genera beneficios (que pueden ir desde ahorros energéticos hasta legitimidad social y apoyo local para operar, por mencionar solo algunos). Así se entiende también la decisión de más de 130 compañías que en la Argentina decidieron certificarse como empresa B, adoptando un propósito que genera un impacto positivo para la sociedad y el ambiente más allá de la generación de ganancias.

Por supuesto que este proceso requiere de otras herramientas para ganar mayor celeridad. Una de ellas es la implementación de herramientas de medición de impacto, un concepto poco desarrollado en la Argentina y que es fundamental para alentar este tipo de iniciativas sustentables. La normalización de la medición a través de estándares reconocidos agiliza procesos y ofrece credibilidad, comparabilidad, fiabilidad y consistencia.

En ese sentido, una alternativa que se abre tiene que ver con el financiamiento sostenible, que solo llega cuando una empresa puede demostrar que sus iniciativas tienen un impacto social y ambiental positivo. En nuestro país, el fenómeno viene en ascenso. Durante 2020, en el mercado argentino se emitieron unos 100 millones de dólares en bonos verdes o sociales que financiaron a empresas o proyectos comprometidos con la sustentabilidad. Este movimiento financiero local tiene en el mundo un espejo mucho más grande: la Climate Bonds Initiative (CBI) estima que, a pesar del coronavirus, las emisiones de bonos verdes crecerán por arriba del 35% a nivel global.

Pero el proceso no es de un día para el otro e incluye otros obstáculos, como la insuficiente información presente en el mercado y la escasa utilización de certificaciones. La falta de incentivos -sobre todo de los que surgen de beneficios fiscales, financiamiento directo o preferencias en procesos de adquisición- son también desafíos concretos en donde el sector público y el sector privado todavía tienen mucho trabajo por hacer.

En este sentido, la ventana de oportunidad concreta que se abre para esto tiene que ver con la incorporación de la sustentabilidad a las cadenas de suministro; o sea, hacer crecer los negocios de triple impacto a partir de la demanda. La implementación sistematizada y transversal de objetivos de desarrollo sostenible en las contrataciones que hacen tanto el Estado como el sector privado prometen efectos multiplicadores. Entre ellos aparece la generación de empleo decente, el fortalecimiento de una economía verde, la incorporación de nuevos actores al mercado, el crecimiento de economías locales y una mayor autonomía económica de grupos vulnerables.

El desarrollo sostenible en la Argentina requiere más que nunca de la participación activa de un sector privado consolidado -que abarque a emprendedores, pymes y grandes compañías comprometidas con sus comunidades- y con un Estado que lo impulse atravesando todas sus políticas por la noción del triple impacto. La creatividad y el uso de todas las herramientas disponibles para promover los proyectos que cuiden el ambiente y generen impacto social positivo son un camino concreto para el desarrollo.

Fuente: Ámbito

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