Cultura y espectáculos
AMORES, ODIOS, Y UN PUÑADO DE HITS: VUELVE AMISTADES PELIGROSAS, EL DÚO MÁS CALIENTE DEL POP ESPAÑOL
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4 años atrásen
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TD NewsA solas con Teleshow, Cristina del Valle habla de su ex pareja y compañero de grupo Alberto Comesaña, de cómo combina el espectáculo con su activismo feminista y asegura que “en el arte no hay que pactar jamás”
Promediaba la década del 90 cuando era natural escuchar y cantar en cualquier lado versos como “ya sabes que me entra la primera”, “me quemas con tu lengua que es de fuego”, “verte correr, verte pedirme más”. “Me haces tanto bien” cayó como una bomba en la Argentina, el hit más provocador en mucho tiempo era producto de un dúo español que llamaba la atención por su estética barroca y por su historia personal: eran pareja. Entre el morbo y el talento, Amistades Peligrosas rompió todos los moldes del pop en castellano y sus protagonistas vivieron el éxtasis y la agonía a la vista de todos. Se amaron, fueron exitosos y se separaron, todo arriba de un escenario.
La historia de Amistades Peligrosas comenzó hace treinta años cuando el gallego Alberto Comesaña y la asturiana Cristina del Valle hicieron contacto y coparon Madrid. Con canciones bien producidas y con letras de alto contenido erótico, los músicos y cantantes fueron rechazados de entrada por la industria. Es que el destape español daba para todo, pero ellos eran demasiado. Cuando los fichó EMI llegó la popularidad, los millones de discos vendidos, las giras europeas y latinoamericanas, los estadios llenos de fans y también los conflictos. Del Valle y Comesaña tenían fuertes personalidades que comenzaron a chocar hasta que se separaron. Cada uno registró el nombre del grupo en diferentes países, cambiaron de compañeros, se volvieron a juntar y a separar, se dijeron de todo y se cansaron.
Contra todo pronóstico, durante la pandemia, Cristina y Alberto decidieron que podían volver, que ya estaban más tranquilos y que todavía quedaba un público fiel esperándolos. Y otras tantas personas por conquistar. Desde Madrid, Cristina adelanta: “Vamos a hacer un recopilatorio con los grandes éxitos de Amistades porque hay muchas generaciones que no nos conocen. Serán los diez éxitos más reconocidos y los más importantes, y también vamos a sacar un single llamado ‘Alto el fuego’, ya que como decimos con Alberto llevamos 30 años en guerra. Así que ahora vamos a cerrar esa paz después de tantos años separados y con una relación tan difícil y conflictiva”.
Además de a la música, Del Valle ha dedicado su vida al activismo, a los derechos humanos, al feminismo. Uno de esos proyectos la une a otras colegas bajo el nombre de “Ellas dan la nota”, un espectáculo de sensibilización y denuncia, donde cantan, hablan y cuentan la vida de mujeres del mundo, acompañadas por Lydia Cacho, periodista mexicana, escritora y activista, muy amiga de Cris. Este año, este propósito compartirá agenda con todos los planes que tienen con Amistades Peligrosas, porque además del disco con diez clásicos y un tema nuevo, de las posibles presentaciones en vivo a partir de mayo (si las restricciones por el coronavirus se flexibilizan), los españoles esperan poder concretar el libro biográfico y el documental, ya que como dice Del Valle “la historia de Amistades es la de toda una generación de los 90 en España”.
—Con Amistades Peligrosas siempre cultivaste un perfil sensual y glamoroso, pero has reconocido que tuviste una infancia difícil, ¿te marcó haber crecido en un hogar afectado por la violencia machista?
—En el momento que Amistades fue un grupo súper popular, evidentemente mucho más allá de hablar en los medios de lo bien que nos iba, de los discos que vendíamos, de los aplausos que recibíamos, yo siempre aprovechaba para hablar de la gente que no tenía voz. No desde la pena o la solidaridad entendida como si la desigualdad o la violencia fuesen situaciones inmodificables… Yo tengo una palabra en mi mente y esa es “justicia”. Las cosas no pasan porque sí, no son normales, la pobreza no es natural, la violencia no es natural, la desigualdad no es natural, por lo tanto, es cambiable y es modificable. Yo fui educada por una mujer valiente, que se jugó la vida en muchas ocasiones por defender a sus hijas, que supo escaparse en un coche cuando la iban a asesinar para poder protegernos. Con cuatro niñas pequeñitas, escondidas mucho tiempo, sin ver la luz, para poder salvar su vida y las nuestras. Ella nos educó en el compromiso y en que el modelo de familia no es solo tu hogar y tu espacio privado sino todo lo que te rodea. El entorno es el mundo y ahora lo estamos viviendo con esta pandemia. Mi casa fue una casa de acogida con muchas otras mujeres, en un momento político donde no había instrumentos que protegieran la vida de las mujeres, ni lugares ni espacios para protegerte en tu huida. Incluso era como un estigma para las mujeres, el pensamiento de “algo habrán hecho”, “se lo merecen”. Haber vivido todo eso te construye en un lugar mucho más crítico desde niña. Yo no fui una niña que jugaba con juguetes, ni me divertía, ni jugaba como una niña, sino que me pasaba gran parte de mi tiempo cuidando que mi madre no fuera asesinada, intentando evitar los golpes que recibía, soñando que era posible otro mundo, otra realidad y luchando por ella. Desde muy pequeña me di cuenta de que el mundo era injusto, desigual, que ser mujer no era lo mismo que ser hombre, que ser varón llevaba consigo el tener privilegios que las mujeres no teníamos, que llegar al mundo como varón era llegar con un carnet que te permitía el acceso a todos los lugares.
—¿Cómo transformaste todo ese dolor para seguir avanzando en tu vida?
—Trabajando para movimientos civiles, para el movimiento feminista con las mujeres. Cuando yo llegué a Madrid, habíamos dejado Asturias nuestra tierra, y luego nos habíamos ido a Valencia. Porque las víctimas eran las que tenían que dejar su lugar, sus amigos, su escuela, todo lo que habían construido, mientras el agresor se quedaba tan tranquilo haciendo su vida. Yo me vine a Madrid a estudiar Criminología y a trabajar en movimientos civiles por los derechos humanos, hasta que me encontré con el feminismo, con los movimientos de mujeres. Ahí entendí por qué todo lo que yo había vivido de niña, por qué la violencia tenía nombres y apellidos, por qué las mujeres estaban en esa situación de desprotección. Así descubrí también eso que se llama machismo y patriarcado, y empecé a luchar contra ese modelo a través de asociarme con otras mujeres, apoyar los movimientos de mujeres y desde mi posición de artista famosa entre comillas, conocida, tratar de que los escenarios y cualquier espacio público fuese un espacio de denuncia para tratar de poner voz a tantas realidades invisibles para los medios de comunicación y para la propia sociedad. De ese modo trabajar en la denuncia, la sensibilización y la presión política, a través de las voces y del empoderamiento como mujeres junto a otras compañeras por ser artistas.
—¿Sufriste violencia machista cuando ya eras adulta?
—Yo detecté la violencia desde muy niña porque la sufrí de una manera brutal y extrema en mi hogar. Siempre he sido una persona muy luchadora y jamás he dado concesiones como mujer en mis derechos, ni en el campo de la música, ni en el afectivo. Claro que he tenido relaciones que no han salido bien, pero jamás relaciones con malos tratos. Siempre he trabajado por otro modelo de amor, que no es el amor romántico, siempre he tenido mi profesión, mi autonomía, mi independencia, no he dependido jamás de un hombre. Lo que es cierto es que el mundo de la música es absolutamente machista como todos los mundos, todos los espacios de socialización están atravesados por el machismo en cualquiera de sus formas. En ese mundo masculinizado claro que no era lo mismo cuando Alberto le decía algo a un técnico de sonido, cuando daba una orden o cuando la daba yo, entonces sentía que no se me reconocía la autoridad. Eso a veces te obliga a modificar tus formas, a masculinizarte, o desarrollar un carácter que no es propio de ti para tener autoridad desde el concepto de autoridad que tiene que ver con elevar la voz o tener actitudes agresivas. Muchas veces me vi no siendo yo para conseguir lo que yo deseaba como artista fuese realizable. Es verdad que cuesta el reconocimiento de la autoridad femenina y nos pasa muchas veces. Es un mundo en el que, desde las compañías discográficas, los managers, los músicos, los técnicos, son en su mayoría hombres. Entonces en un dúo en el que son un hombre y una mujer es mucho más posible esa discriminación, donde cualquier compañero lo ve. Me ha pasado en una prueba de sonido que el técnico no reconocía lo que yo le estaba diciendo y mi compañero le tuvo que decir “ella es una profesional, no es estúpida ni es una niña para que le estés hablando con un lenguaje de menosprecio”.
—¿Qué música te influyó en la infancia?
—Desde muy niña, mi música y mi cuna musical ha sido la música latinoamericana. Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Fito Páez, Mercedes Sosa. Yo entré en el mundo del pop casi por casualidad, porque yo no escuchaba pop, sino canciones de compromiso social de artistas cuyo trabajo formaba parte de una actitud del mundo. A Mercedes Sosa, que ha sido mi ídolo, tuve el placer de conocerla en España, porque mi profesor de canto, que es colombiano, daba clases a muchísimos artistas y entre ellos a Mercedes cuando venía a España. Una vez mi profesor nos hizo coincidir y de pronto nos conocimos. Ella me regaló una canción que se llama “Estrella” y que yo incluí en uno de mis discos y que para mí fue uno de los momentos más mágicos de mi vida, conocerla a ella, que me escuchara cantar. Por eso te digo que mis influencias nada han tenido que ver con el pop, sí con la música étnica, africana, celta, árabe, y entonces siempre estoy más ligada al etno pop y a la canción de protesta.
—¿Creés que con esta propuesta tan sexual de Amistades Peligrosas pusieron en igualdad de condiciones al hombre y a la mujer como seres deseantes?
—Hay muchos elementos en la vida de un ser humano y la sexualidad forma parte de la realidad, somos cuerpos también, pero cuerpos poseedores de derechos. En Amistades éramos un hombre y una mujer iguales, en eso siempre me ha acompañado mucho Alberto. Las relaciones siempre consentidas, nunca había sometimiento de nadie ni cosificación, que es lo que hacen las letras de reggaetón de muchos de los artistas que componen en la actualidad, donde la mujer es un instrumento desposeído de derechos, un objeto que no opina y no piensa. En ese sentido, Amistades fue totalmente vanguardista y transgresor y lo sigue siendo, siempre fuimos dos personas en igualdad de condiciones que hablábamos de una sexualidad que tenía que ver con nuestras vidas porque éramos una pareja y contábamos lo que nosotros sentíamos y vivíamos desde esa igualdad y desde ese concepto que éramos cuerpos poseedores de derechos.
—¿Discutían con Alberto por cuestiones artísticas?
—Yo siempre le decía ‘no te vas a censurar’. Amistades jamás dio concesiones, siempre batallamos y las canciones que hicimos las hicimos defendiéndolas a muerte y en su esencia. Entre nosotros al principio decíamos que era un conflicto y yo ahora lo pongo en valor, quiero decir que en las relaciones personales la negociación es fundamental, hay que pactar, gustos o criterios, sin dejar de ser uno, pero cuando se convive, cuando se ama, los pactos son importantes para sentirse en igualdad de condiciones. Pero en el arte, no, en el arte no hay que pactar jamás. En ese momento nosotros lo sentimos como una guerra de poder, pero es que la creatividad era innegociable.
—En medio de una pelea, ¿qué fue lo peor que se han dicho entre ustedes?
—Insultos no, pero sí Alberto me decía que tenía un TOC con el trabajo, decía “la Del Valle es inagotable, súper exigente, tiene un carácter de la hostia”. ¡Y a mí eso me parece súper positivo! Entonces más que insultos era “ahora yo no salgo al escenario y sales tú solo”, era un rollo más del tema de los egos, de a ver a quién aplauden más. Quizás si estábamos cabreados y estaba cantando uno porque le tocaba la estrofa, el otro para fastidiar se iba adelante y se acercaba a la gente para quitarle protagonismo al otro. Eran cosas infantiles, no había insultos degradantes ni humillantes.
—¿Qué recuerdos tenés de tu paso por Argentina en la década del 90?
—Tengo recuerdos muy bellos, y muchos amigos de la productora, de la compañía discográfica EMI. De todo Latinoamérica creo que fue la campaña de promoción más impresionante que hicimos. Recuerdo cuando vinieron a buscarnos al aeropuerto todos los de la compañía con camisetas con nuestro nombre, una furgoneta blindada… Una profesionalidad, un trabajo bien hecho, todo agradable, la gente en los medios de comunicación ¡y el ocio! A mí me vuelve loca bailar y recuerdo que fuimos al local que tenía Alaska (la disco Morocco) y recuerdo la discoteca y el espacio chill out que era gigante como con camas donde te echabas a escuchar música. Tengo mucha familia asturiana que emigró a tierra argentina, a Buenos Aires, que fue un espacio de acogida para miles de españoles y españolas que huían buscando una vida mejor y Argentina fue un país donde esa gente rehízo su vida y ya se sienten tan argentinos como españoles. Estoy loca por volver y disfrutar otra vez.
Fuente: Infobae