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EL VELERO CON EX COMBATIENTES QUE ENFRENTÓ UN MAR EMBRAVECIDO PARA RENDIR HOMENAJE A LOS HÉROES DE MALVINAS

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Una decena de hombres -entre ellos tres veteranos de la guerra de 1982- cumplieron una difícil travesía a la Isla de los Estados.

Navegando a vela bajo un clima impiadoso, recorrieron el archipiélago y honraron al comandante Luis Piedra Buena, a los 323 tripulantes fallecidos en el hundimiento del Crucero General Belgrano y a los 44 desaparecidos del submarino ARA San Juan.

No era la primera vez que viajaba, pero siempre que contempla las costas de la Isla de los Estados, Nilo Navas -un bahiense de 57 años, profesor de ciencias económicas y veterano del Crucero General Belgrano- no puede reprimir el sentimiento de emoción por visitar uno de los lugares menos explorados de nuestro país. En las últimas horas de la tarde del 20, el velero Galileo amarró en el puerto de Ushuaia, trayendo a bordo una expedición de diez hombres que él organizó. Así cerró una increíble travesía histórica y cultural, que recorrió los principales puntos históricos de este archipiélago en los mares del sur argentino.

En 1982, Navas era un cabo primero de Operaciones de 19 años en el Crucero General Belgrano. En el verano de ese año habían hecho prácticas de tiro en la zona y recuerda como si hubiera ocurrido ayer cuando, ya recuperadas las Malvinas, dejaron el archipiélago y la última luz que vio fue la del faro de San Juan de Salvamento, que el genial Julio Verne inmortalizó en su libro El faro del fin del mundo.

Ese faro sería su segunda parada, donde colocaron una placa en homenaje al comandante Luis Piedra Buena, pionero de la soberanía austral. Fue un extraño día de calor en un lugar donde llueve casi todas las jornadas. Y lo disfrutaron: varios integrantes de la tripulación se zambulleron en el mar.

Habían comenzado el viaje en la madrugada del 6 de enero, cuando con el velero oceánico Galileo, de 11,5 metros de eslora y 3,75 de manga, perteneciente a la Fundación Malvinas Argentinas, zarparon de Ushuaia. El propósito fue el de rendir homenaje a Piedra Buena, a los caídos del Crucero General Belgrano y a la tripulación del submarino San Juan.

En un primer paso visitaron las ruinas del antiguo presidio de San Juan de Salvamento y el cementerio, donde se enterraban a los presos. Causó impresión en el grupo ver la tumba de uno de ellos, de tan solo 14 años. “Es muy impactante -describió a Infobae-. Visitando el lugar uno toma conciencia de cómo vivía esa gente, completamente alejados del mundo, y cómo morían muy jóvenes”.

El que estuvo al mando del timón es el capitán de navío en actividad Andrés Alcides Antonini, que en más de una oportunidad pasó noches enteras haciendo frente a las difíciles condiciones meteorológicas que hacían volar al velero por sobre las olas, sometido a las intensas ráfagas de viento. Tal es así, que aquellos que no tenían tarea asignada en esos momentos debían permanecer acostado y en silencio.

Esta travesía supuso el doble desafío de hacerla a vela, “tal cual lo hacían los navegantes antiguos”, remarcó Navas. “Por tal motivo, siempre estuvimos condicionados por el estado del tiempo, por los vientos y esperando por las mareas adecuadas para nuestro propósito”.

La tercera escala fue Puerto Cook. Allí se encuentra el refugio donde Piedra Buena vivió junto a su esposa Julia Dufour. También colocaron placas alusivas, visitaron las ruinas de las casas y el cementerio donde el marino enterraba a los náufragos.

De la expedición, además de Navas, fueron de la partida otros dos veteranos de Malvinas: Juan Roberto Vera, cabo principal del Belgrano y Roberto Augusto Ulloa, oficial del Destructor Bouchard, uno de los buques que acudió al rescate de los sobrevivientes del crucero. Para ellos fue de singular importancia la caminata que los llevó atravesar el itsmo que divide a la isla de norte a sur, llegar a la bahía Vancouver y escalar una montaña. En su cima clavaron una pesada cruz de lapacho -que habían traído desde Buenos Aires- orientada hacia la posición geográfica exacta del hundimiento del Belgrano.

Completaron el grupo Facundo Andrés Antonini, hijo del capitán; Mario Ernesto Monserrat, Jorge Jerónimo Patoco, Bautista Ulloa, Alvaro Diez y Leandro Fernández. Los Ulloa, Diez y Fernández pertenecen a La Gaceta Marinera, publicación de la Armada que se edita hace 60 años.

El crucero hundido en 1982 tiene una especial presencia, ya que desde mediados de los 90, diversos accidentes geográficos de la isla llevan los nombres de los 323 tripulantes fallecidos ese domingo 2 de mayo de 1982. Para Navas fue emocionante ver que, al entrar a Puerto Cook, la punta que asoma a babor lleva el nombre de Juan Carlos Bollo, el cabo clase 62 que dormía arriba de su litera en el Belgrano, amigos inseparables del barrio, de toda la vida, y que quedó para siempre en las aguas del Atlántico Sur.

También estuvieron en la isla Observatorio, una reserva cultural, histórica y turística y permanecieron dos días en Puerto Parry, donde la Armada mantiene un destacamento. Con una placa, rindieron homenaje al submarino ARA San Juan y sus 44 tripulantes desaparecidos.

La decepción del grupo fue el no haber podido llegar, por los caprichos del clima, a la bahía Franklin, donde en 1873 naufragó la goleta Espora, de Piedra Buena.

Tal como ocurrió a la ida, fue todo un desafío cruzar el Estrecho de Le Maire, que separa a la Isla de los Estados de Tierra del Fuego. Demoraron cinco horas en navegar esas aguas, que a lo largo de los siglos se cobró cientos de naufragios. “Pero el velero es un titán”, destacó Navas. Es que no es el primer viaje de importancia que realiza. Con sus antiguos dueños, en 2008, navegó a las islas Malvinas y éste fue el tercer viaje que hizo a la isla de los Estados.

Navas y su equipo comenzaron uniendo Mar del Plata con Puerto Madryn; otro año fueron -ida y vuelta- de esa ciudad balnearia hasta Ushuaia; terminarían internándose en la Antártida, visitando las bases argentinas, las islas Shetland, una base española y les quedó llegar a Esperanza, ya que una barrera de hielo le impidió el paso.

Al velero -que ya lleva navegados alrededor de 22.000 kilómetros- le toca un tiempo de descanso que servirá para repararlo y ponerlo a punto para la próxima expedición que Navas ya tiene en mente, que es la de recrear la campaña anfibia de José de San Martín, que lo llevó desde Chile al Perú.

En 1984, Navas pidió la baja de la marina, y estudió para ser profesor de ciencias económicas, que es como se gana la vida en su ciudad natal, Bahía Blanca. Ahí todos lo conocen por la difusión de la causa Malvinas desde su programa de radio, que obtuvo premios, y además fue, durante cuatro años, vicepresidente del centro de veteranos local.

En el viaje que hizo a la Isla de los Estados en 2017, en el faro de San Juan de Salvamento inauguró la biblioteca “Héroes de Malvinas”, con libros sobre historia argentina, sobre temas de soberanía, que fueron donados en diversos puntos del país.

Las placas que colocaron están grabadas en español y en inglés. “Porque el que va, pasa, mira y ve que algo pasó”, explica Navas. Y vaya si algo ocurrió. Nuestra historia.

Fuente: Infobae

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