A 16 AÑOS DE LA TRAGEDIA DEL ROCK

La tragedia de Cromañón fue un incendio producido la noche del 30 de diciembre de 2004 en República Cromañón, establecimiento ubicado en el barrio de Once de la ciudad de Buenos Aires, durante un recital de la banda de rock Callejeros.

La pirotecnia –bengalas, foguetas de tres tiros, petardos– era parte de un ritual comunitario, repetido, que hasta entonces no había tenido grandes consecuencias. De hecho, la banda oriunda de Villa Celina venía de llenar el estadio de Excursionistas, con capacidad para unas siete mil personas, y era necesario celebrar el triunfo masivo de un fenómeno barrial. Y es que también era un triunfo de los ninguneados, que ahora demostraban el valor del aguante. Las chicas se abrían paso en medio de esa marea de sudor y testosterona porque no había mucho más. Esa mística un poco gutural, primitiva, ardiente, era la supremacía de los bordes en medio de un país llevado al abismo por los ricos en la crisis del 2001. Esa mística que incluía rock, amistad y cerveza era pertenencia. Era linaje primordial.

Los condenados hoy están libres y del demonizado Omar Chaban, protagonista fundamental en la historia del rock argentino fallecido.
Pero no fueron los únicos responsables, Cromañón fue la consecuencia de una sociedad corrupta, transgresora e irresponsable.
Políticos, músicos y público. Todos los actores de éste caso. Pero se culpó y endemonió al rock, como si todos, públicos y músicos fuesen como el que asistió esa noche de la tragedia. La corrupción política, la irresponsabilidad del público y seguramente de los músicos, que tocaron en un lugar habilitado para poco más de 1000 personas cuando venían de tocar en un estadio para 7000, fueron causantes de una tragedia que marcó la historia del rock en Argentina e hizo padecer a las bandas emergentes de la época.
Cromañón, no es solo rocanrol, y no nos gusta.