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LA TRÁGICA HISTORIA DE LA ESTRELLA DE CINE QUE INVENTÓ LA SEÑAL DE GIRO PARA LOS AUTOS

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A partir de la pasión que Florence Lawrence tenía por los autos, ideó los dispositivos mecánicos que servían para indicar la dirección de giro, que luego dieron origen a las luces intermitentes

Florence Annie Bridgwood. Se dice que fue la primera gran estrella de cine, aunque la expansión infinita del séptimo arte y la sucesiva aparición de estrellas rutilantes tal vez la hayan dejado demasiado relegada. Su otra pasión, los autos, es la que la trae al presente con frecuencia, cada vez que se repasan los hechos fundacionales de la industria. A ella se le adjudica, nada menos, que el invento de los primeros indicadores de giro en los autos.

La dualidad en las inquietudes de Lawrence encuentra explicación en su propio ADN: era hija de un fabricante de carruajes, que falleció cuando ella era chica, y de una actriz de vodevil. Al principio pudo más el oficio de su madre y eso la hizo incursionar rápidamente en la interpretación. Probó suerte en Broadway, y se hizo un nombre en la incipiente industria cinematográfica antes de llevar a cabo sus últimos papeles en la popular Metro-Goldwyn-Mayer Studios.

Tan meteórica fue su carrera actoral que Lawrence consiguió filmar 280 películas, la mayoría como protagonista. Incluso, relatan historiadores, llegó a ganar 500 dólares a la semana, una fortuna para la época: por entonces un trabajador podía ganar 35 dólares al mes si era hombre, o 21 si era mujer. Aquel buen pasar la condujo directamente hacia su otra pasión, los autos. La actriz compró rápidamente su propio vehículo, toda una excentricidad en aquellos años porque se trataba de un bien muy selecto, y porque no era frecuente que le interesara a una mujer.

Aunque la industria automotriz llevaba sólo un par de décadas, Lawrence, que no era una conductora corriente, ya se había propuesto mejorar su vehículo. Los accidentes se sucedían en las ciudades poco acostumbradas a la circulación de algunos bólidos con motor, y allí tomó impulso la idea inicial de la actriz canadiense: ideó una manera de avisarles a los otros conductores hacia dónde iba a girar con su auto.

El invento de Lawrence consistía en unos dispositivos mecánicos que luego de apretar un botón movían un brazo con un banderín ubicado en el paragolpes posterior del vehículo. Así indicaba sus movimientos en le tránsito. Más tarde, además, sumó un segundo invento: un cartel con la palabra “STOP”, también instalado en la parte trasera, que se hacía visible cada vez que accionaba el freno.

Corría el año 1914 cuando Lawrence hizo estos aportes a la industria. Pero cometió un error: no los patentó. En 1925, Edgar Walz Jr. registró una luz con dos flechas y una luz de freno; en los años 30, Joseph Bell patentó el primer dispositivo destellante. Y, en 1939, Buick finalmente introdujo los intermitentes como equipamiento estándar en sus autos. La actriz nunca cobró dinero por sus creaciones, verdaderos disparadores de los inventos que años más tarde otros sí patentaron, y por los cuales obtuvieron ganancias.

Tal vez haya sido la señal de lo que vendría: el éxito empezaría a serle esquivo a Lawrence. En 1915 hubo un incendio en los estudios donde trabajaba, y al intentar salvar a otro actor resultó gravemente herida. Se fracturó la espalda y sufrió varias quemaduras en el cuero cabelludo, lo que marcó el declive de su carrera artística.

Paralelamente, tras divorciarse de su primer esposo, contrajo matrimonio con un vendedor de autos y junto a él probó suerte en el negocio de la cosmética, pero fracasó en ambos emprendimientos, el personal y el laboral. Su tercer matrimonio duró sólo cinco meses: él era un maltratador. También perdió a su madre, que falleció en 1929. Florence dilapidó parte de su fortuna en un gran panteón para ella, sin intuir que el resto del dinero acumulado se iría con el crack de la Bolsa y el inicio de la Gran Depresión.

Durante los años 30 sólo consiguió papeles de reparto y pasó a trabajar por 75 dólares a la semana. Poco quedaba de la diva que movía multitudes cuando aparecía en las marquesinas. Por si fuera poco, la aquejaba una enfermedad llamada osteomielofibrosis, que la obligaba a mantenerse en reposo por mucho tiempo. La depresión finalmente la arrastró al suicidio: se envenenó en su casa de Beverly Hills en 1938. El cine recién la rescató del olvido en 1991, cuando un actor fanático de Hollywood compró para su tumba una placa que rezaba “The biograph girl, the first movie star” (La chica Biograph, la primera estrella de cine). La industria del automóvil aún le debe el crédito por algunos de los inventos más atinados.

Fuente: Infobae

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